Del Escritorio del Pastor
LOS ATALAYAS DE LA IGLESIA
“Pero si el atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de él a alguno, éste fue tomado por causa de su pecado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya.” (Ezequiel 33:6)
La misión de un centinela en el tiempo antiguo no era algo sencillo. La Biblia nos narra en Ezequiel 33 que al centinela se le llamaba: “El Atalaya”, cuyo significado es “Torre de Vigilancia”.
Por el hecho de subir a la garita, al punto más elevado de la ciudad ante la mirada de todo el pueblo, era alguien llamado a tener una posición privilegiada, pero su misión era de gran responsabilidad, pues consistía en estar atento y sonar la trompeta ante cualquier señal de peligro. Debía cuidar de sí mismo y de su pueblo, pues de la labor del atalaya dependía la supervivencia de toda una ciudad, por lo tanto, debía estar muy atento a las señales en su entorno, así como al movimiento de las personas que entraban y salían de la ciudad. No debía pasar por alto ningún detalle que llegara a representar algún peligro por insignificante que pareciera, pues el precio de su descuido se pagaría con su propia vida. Así que no era un precio cualquiera, pues en concordancia con su misión, no era una labor cualquiera.
De igual modo nosotros como servidores del Señor, hemos sido puestos como atalayas sobre la iglesia del Señor. ¡No es una posición cualquiera! Pablo la consideraba el más alto honor. Por tanto, como obreros del Señor, hemos sido llamados a estar atentos y vigilantes, pues el que ha de venir, nos dijo:
Lucas 12:43
“Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así”
Esto significa que debemos estar ocupados en nuestra labor, nutriendo, cuidando y alertando a su pueblo; pues las señales hoy nos dicen que está a la puerta; que Cristo regresa a levantar a su iglesia.
Este mundo va de mal en peor; las señales de peligro son inminentes y lo que el hombre ha temido por siglos, ahora lo ve llegar. Lo común hoy es la maldad, y lo extraño es que alguien proclame el año de la buena voluntad del Señor. Además, pareciera que el amor de muchos ya se haya enfriado.
El mundo religioso se ha venido degradando más y más al pasar del tiempo. Ha caído en modismos y en formalismos espirituales, si así los pudiéramos llamar.
Hoy prima un afán desmedido por atraer personas a los templos, pero no por el poder de la predicación ungida, sino por medio de artificios humanos, que mas bien parecen espectáculos seculares basados en falsas demostraciones de unción y poder. Actos que rayan con la falsedad y la mentira.
Todo esto unido al deseo desmedido de construir monumentos al ego y a la vanagloria de los anunciadores de un falso mensaje, anteponiendo intereses personales y oscuros antes que, a la predicación de la verdad de Dios, e ignorando intencionalmente la verdadera necesidad del hombre: Su pecado. Enfermedad esta que llevará a millones de seres humanos a una eternidad sin Cristo. Razón tenía el Espíritu Santo al hablar por boca del apóstol Juan diciendo:
Apocalipsis 3:2
“Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios.”
Nosotros no somos cualquier clase de servidores. ¡Somos los atalayas de la Iglesia! Por tanto, ¡Adelante compañeros de ministerio! Prediquemos y enseñemos la Palabra tal como nos ha sido encomendada.
Proverbios 22:3
“El avisado ve el mal y se esconde;
Mas los simples pasan y reciben el daño.”
Nuestro lema para el año 2019 será: “CAMINANDO EN VICTORIA”
Recuerde que todos nosotros estamos involucrados en el cumplimiento del mandato hecho por el Señor Jesucristo: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (Mr. 16:15)
Hagamos de hoy un día inolvidable, en el cual podamos renovar nuestro compromiso y dedicación con Dios. Creo que, si mantenemos esta visión, el año 2019 será de gran avivamiento y de grata recordación.
Con cariño:
Orlando Valencia
Pastor.
“Pero si el atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de él a alguno, éste fue tomado por causa de su pecado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya.” (Ezequiel 33:6)
La misión de un centinela en el tiempo antiguo no era algo sencillo. La Biblia nos narra en Ezequiel 33 que al centinela se le llamaba: “El Atalaya”, cuyo significado es “Torre de Vigilancia”.
Por el hecho de subir a la garita, al punto más elevado de la ciudad ante la mirada de todo el pueblo, era alguien llamado a tener una posición privilegiada, pero su misión era de gran responsabilidad, pues consistía en estar atento y sonar la trompeta ante cualquier señal de peligro. Debía cuidar de sí mismo y de su pueblo, pues de la labor del atalaya dependía la supervivencia de toda una ciudad, por lo tanto, debía estar muy atento a las señales en su entorno, así como al movimiento de las personas que entraban y salían de la ciudad. No debía pasar por alto ningún detalle que llegara a representar algún peligro por insignificante que pareciera, pues el precio de su descuido se pagaría con su propia vida. Así que no era un precio cualquiera, pues en concordancia con su misión, no era una labor cualquiera.
De igual modo nosotros como servidores del Señor, hemos sido puestos como atalayas sobre la iglesia del Señor. ¡No es una posición cualquiera! Pablo la consideraba el más alto honor. Por tanto, como obreros del Señor, hemos sido llamados a estar atentos y vigilantes, pues el que ha de venir, nos dijo:
Lucas 12:43
“Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así”
Esto significa que debemos estar ocupados en nuestra labor, nutriendo, cuidando y alertando a su pueblo; pues las señales hoy nos dicen que está a la puerta; que Cristo regresa a levantar a su iglesia.
Este mundo va de mal en peor; las señales de peligro son inminentes y lo que el hombre ha temido por siglos, ahora lo ve llegar. Lo común hoy es la maldad, y lo extraño es que alguien proclame el año de la buena voluntad del Señor. Además, pareciera que el amor de muchos ya se haya enfriado.
El mundo religioso se ha venido degradando más y más al pasar del tiempo. Ha caído en modismos y en formalismos espirituales, si así los pudiéramos llamar.
Hoy prima un afán desmedido por atraer personas a los templos, pero no por el poder de la predicación ungida, sino por medio de artificios humanos, que mas bien parecen espectáculos seculares basados en falsas demostraciones de unción y poder. Actos que rayan con la falsedad y la mentira.
Todo esto unido al deseo desmedido de construir monumentos al ego y a la vanagloria de los anunciadores de un falso mensaje, anteponiendo intereses personales y oscuros antes que, a la predicación de la verdad de Dios, e ignorando intencionalmente la verdadera necesidad del hombre: Su pecado. Enfermedad esta que llevará a millones de seres humanos a una eternidad sin Cristo. Razón tenía el Espíritu Santo al hablar por boca del apóstol Juan diciendo:
Apocalipsis 3:2
“Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios.”
Nosotros no somos cualquier clase de servidores. ¡Somos los atalayas de la Iglesia! Por tanto, ¡Adelante compañeros de ministerio! Prediquemos y enseñemos la Palabra tal como nos ha sido encomendada.
Proverbios 22:3
“El avisado ve el mal y se esconde;
Mas los simples pasan y reciben el daño.”
Nuestro lema para el año 2019 será: “CAMINANDO EN VICTORIA”
Recuerde que todos nosotros estamos involucrados en el cumplimiento del mandato hecho por el Señor Jesucristo: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (Mr. 16:15)
Hagamos de hoy un día inolvidable, en el cual podamos renovar nuestro compromiso y dedicación con Dios. Creo que, si mantenemos esta visión, el año 2019 será de gran avivamiento y de grata recordación.
Con cariño:
Orlando Valencia
Pastor.